COLEGIO Nº 3 "MARIANO MORENO"
"Declárase Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en un todo de acuerdo con la Ley 1227, al edificio que ocupa y al Colegio N° 3 Mariano Moreno, ubicado en la Avenida Rivadavia 3577 de esta Ciudad." LEY N° 3.739 Sanción: 15/12/2010 Promulgación: De Hecho del 19/01/2011Publicación: BOCBA N° 3614
Alvaro Yunque. En Un muchacho de ayer, inédito. Página100 (http://www.alvaroyunque.com.ar/pdf/muchacho_de_
ayer.pdf )
COLEGIO NACIONAL OESTE
El segundo año lo comencé a cursar en el Colegio Nacional Oeste – hoy Mariano Moreno – ubicado en la calle Belgrano con otras dos entradas por Rincón y Pazco en casas anexas a la principal, un caserón de grandes patios y cancha de pelota en el fondo. Era el año 1802. Mi hermano Ángel, según consenso general, insoportable y revoltoso, fue pupilo al Colegio del Salvador. Mi padre en esto dejó hacer, actitud de tantos liberales, dejan hacer a ellas, a las madres, como si los asuntos de religión y educación de los hijos no les concernieran. Quizás esto es lo único que puedo reprochar a mi padre: dejar hacer. Dejar hacer en religión y en asuntos de colegio. Cuando pasaba frente al Salvador, ese caserón frío y acuartelado de los jesuitas, él – admirador de Massini y de Garibaldi – reprochaba a mi madre invariablemente: “Por vos tenemos allí un hijo encerrado”. Ella replicaba - ¿cuándo mi madre no iba a replicar? -: Ese hijo era insoportable, la enloquecía, siempre en la calle atorranteando, a veces, hasta vendiendo diarios, colándose a los tranvías; además, ella estaba ocupada con los otros hijos menores... Porque los hijos continuaban llegando, llovidos del cielo. Cada cual “con un pan bajo el brazo”, pues los asuntos de mi padre iban viento en popa. Construía en Buenos Aires y en Mar del Plata, sobre todo. Ya tenía clientela de gente rica, recuerdo algunos nombres: Udaondo, Uriburu, Anchorena, Carabasa, Ocampo, Bandiux, Hileret, Hardoy, Girando, Quintana, Blaquier, Leloir, Padilla, Tornquist, Lagos. En el Colegio Nacional Oeste, como alumno regular, cursé segundo, tercero y cuarto años. Después, allí también como libre, en 1906, di el quinto Y sexto. Fui alumno mediocre en segundo, malo en tercero y excelente en cuarto; entre diciembre de 1905 y marzo y julio de 1906, terminé el bachillerato. Tuve sólo un aplazo: en Historia de la Literatura de quinto que aprobé en julio, raspando, por haber sabido un poema de Fray Luis de León aprendido en el segundo grado elemental. La materia, estudiada en un librejo de 200 páginas, consistía en historia de las literaturas griega, romana, europea, española, americana y argentina, un catálogo de nombres y de obras. Curiosidad: Los seis años del colegio secundario los cursé con seis programas diferentes. Como cada año cambiaba el ministro de Instrucción Pública, era forzoso cambiar los programas, para hacer algo. Así, por ejemplo, la historia argentina, primera parte, hasta las invasiones inglesas de 1806-7 inclusive, la di en primer año; la segunda parte, hasta la presidencia de Roca, en 5º. Año. Y alguna materia, trigonometría, la rendí inútilmente pues fue sacada del programa de estudios. De esto tuve noticia después de haberla aprobado. Diez noches en vela despestañándome sobre senos, cosenos, tangentes y cotangentes. Al comenzar el 3er. Año, ¡huelga! ¿Por qué hicimos huelga? Muy sencillo: En sustitución de Juan G. Beltrán, el rector, el ministro había designado a un doctor Derqui; nosotros creímos que era un nombramiento injusto, que el nombrado debió haber sido el ingeniero Zaldarriaga, el vicerrector, y le corregimos la plana al ministro yendo a la huelga. Intervinieron los padres. Quedó Derqui y nosotros volvimos al colegio después de callejear dos o tres días, en manifestación al Colegio Nacional Central. ¿Por qué intentábamos imponer a Zaldarriaga? No lo sé. Éste era un “perro”, como se les llamaba a los profesores que exigían. En los exámenes, su lista de aplazados, ceros y unos, era impresionante. Se le temía. Sin embargo por él, para que se le hiciese justicia ministerial, nos expusimos a ser expulsados y a los reproches de nuestros padres. Recuerdo a los dirigentes de esa huelga estudiantil, a los que subidos sobre un banco nos dirigieron palabras fogosas: Fueron Benjamín Bonifacio y Juan José Furgón, después diputados del partido radical, dos irigoyenistas. Yo por mi edad, y por mi falta de dotes oratorias, formé en el rebaño de los que seguían, un rebaño que ladraba. En 5º. Año hubo otra huelga. ¿Motivo? No lo recuerdo. Entonces yo era estudiante libre pero me agregué a las filas de los que, en manifestación, se largaban de “La Nación” a “La Prensa” y de ésta a “La Razón” o a “El Diario”. La cosa era ir por esas calles gritando, verse corrido por la policía para reunirse cien metros adelante a gritar hasta enronquecernos: Una diversión nueva, un ensayo de democracia. En ambas huelgas hubo “carneros”. Daban las razones de por qué habían entrado a clase. Como eran pocos, se vieron injuriados sin admitírselas. Algunos en la huelga que se hizo en 5º. Año se redimieron de haber “carnereado” en la anterior. ¡Y eran los que más cacareaban! Esta observación mía es de ahora, no de entonces. Entonces no lo hubiese visto, entonces la pasión ponía en mis ojos mentales una luz que los cegaba. ¡Ah, quién me la prestase ahora!
Álvaro Yunque (Arístides Gandolfi Herrero). (La Plata, 20 de junio de 1889 - Tandil, 8 de enero de 1982). Cuentista, dramaturgo, historiador, ensayista y poeta. Con una vasta obra, encabezó el Grupo de Boedo, que nucleó a los denominados escritores sociales.